La “poll tax” fue un nuevo
tributo local con el que se pretendía obligar a contribuir a los ciudadanos por
igual, independientemente de su capacidad económica. Era un tributo “por cabeza”,
es decir, una herramienta más que arcaica, vista desde la óptica de la técnica
tributaria, que imponía una carga
económica igual “al Lord y a su chófer”, como señaló gráficamente un periódico
de la época.
Como no podía ser de otra
forma el empeño personal de Margaret Thatcher, basado en su mera autoridad y en
una más que equivocada evaluación de sus fuerzas, fue contestado masivamente e incluso con
violencia en las calles y aun así la primera ministra no pestañeo en su
pretensión de implantarlo. Tan impopular se convirtió este intento fiscal que
las élites del partido conservador, viendo peligrar su hegemonía y larga
estancia en el gobierno, consideraron oportuno la sustitución inmediata de
Margaret Thatcher por John Major, y la revisión del nuevo impuesto. Con ello se puso fin a su carrera política.
La singularidad es que esta
iniciativa coincidió en España con el frustrado intento de implantan una
actualización masiva de la mayor parte de los inmuebles del país, situando el
valor catastral al 70% del valor teórico de mercado de los inmuebles,
provocando igualmente una gran contestación social, fruto de la cual nació el
ya popular término de “catastrazo”.
Para todos aquellos que
conocimos lo que había detrás de estas iniciativas tributarias fue evidente que
la equiparación que se hizo entonces de ambas reformas en los círculos políticos
y en la prensa fue, además de un grave error técnico, un mero argumento para dañar al gobierno
socialista que entonces presidía Felipe González. Ambas medidas fueron diseñadas y definidas técnicamente de una forma
absolutamente distinta. Frente a la torpeza tributaria de la “poll tax”, propia
de un estado medieval, en el caso del “catastrazo” se desarrolló un trabajo de
un gran valor técnico y una elevada precisión, que permitió definir un nuevo valor
catastral individual para cada inmueble atendiendo a su valor teórico de
mercado, distinguiéndose por tanto de
igual forma entre la capacidad económica de sus propietarios, en este caso establecida
a partir del valor económico de su patrimonio inmobiliario. No obstante, una más que criticable gestión
política del proyecto, y una falta total de alianzas dentro del propio gobierno
socialista, determinaron también su inaplicación.
Muchos de los que participamos
en ese proceso identificamos en el esfuerzo tecnológico y profesional
desarrollado entonces las raíces del actual
modelo catastral español, sin duda una referencia mundial por su arquitectura y utilidad social.
En lo que si se parecieron
ambas iniciativas fue en la respuesta social que generaron. Tanto en el Reino Unido como en España surgió
un clima totalmente contrario, muy bien identificado en la prensa del momento. Si en las islas británicas supuso el principio
del fin de Margaret Thatcher, en España abrió el camino para la salida del Gobierno
del entonces Ministro de Hacienda, Carlos Solchaga. Enfrentado desde tiempo
atrás con el Vicepresidente Alfonso Guerra, este último utiliza la respuesta
social surgida contra el “catastrazo” para dar el “golpe de gracia” a Solchaga,
alejándolo definitivamente de la confianza de Felipe Gonzalez, y como
consecuencia de ello, del propio gobierno.
En la viñeta publicada por
los dibujantes Gallego & Rey el día 28 de noviembre de 1990 en el Diario
16, que incorporamos a este comentario, se resume de forma magistral todo lo
que acabamos de comentar. Mientras que en el Reino Unido una nerviosa Margaret
Thatcher se “suicida” políticamente con la implantación de la “poll tax”, en
España Felipe González desvía hábilmente la presión social que generó el
proceso “disparando” sobre su Ministro de Hacienda, que queda así
definitivamente “quemado” en su papel
dentro del Gobierno.
Se trata de un pequeño
trozo de historia que nos ha de servir para reflexionar sobre cómo ha de
implantarse una reforma tributaria, y cuáles son las consecuencias de una mala
gestión política y técnica de este tipo de reformas. En España se aprendió bien
la lección y se emprendieron importantes reformas legales y técnicas para
evitar nuevos “catastrazos”, con muy buenos resultados, como se demostró en
posteriores iniciativas implantadas con notable éxito.
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