viernes, 25 de agosto de 2017

El Catastro ante la nueva “cartografía funcional”.

En una reciente publicación titulada “Conectografía. Mapear el futuro de la civilización mundial”, el geoestratega experto en relaciones internacionales y autor de éxito Parag Khanna, propone una nueva forma de cartografiar el mundo.

Para el autor las infraestructuras (no sólo ciudades, carreteras, tuberías, puertos, puentes, túneles, torres de telecomunicaciones, cables de internet, tendidos eléctricos o sistemas de alcantarillado, sino también plataformas TI internacionales de datos y servicios de todo tipo), están transformando nuestro sistema mundial, pasando de las divisiones a las conexiones y de las naciones a los nodos. Como consecuencia, los mapas tradicionales que describen fronteras pierden interés frente a los que representan de una manera más eficaz las relaciones humanas, lo que produce que se esté produciendo un cambio de la geografía política a la geografía funcional.


Escribe Parag Khanna que las megainfraestructuras salvan los obstáculos de la geografía natural y política, y su cartografía revela que la era de la organización del mundo conforme al espacio político (mediante fronteras y límites administrativos, cómo subdividimos legalmente el planeta) está cediendo el paso a la organización conforme al espacio funcional (que define cómo utilizamos el mundo realmente). En esta nueva era, el mundo de iure de las fronteras políticas está dando lugar al mundo de facto de las conexiones funcionales.

Dejando para otro momento la reflexión que genera la propuesta desde el análisis estrictamente político (un modelo de países que se “difuminan” territorialmente mientras que crece el poder de los “propietarios de las infraestructuras”, que no siempre son los Estados, es algo más que un cambio en la forma de cartografiar el territorio), lo cierto es que la idea invita a seguir la reflexión profundizando en el futuro que tendrán las actuales líneas que definen límites políticos y administrativos (fronteras, límites de término municipal, límites urbanísticos, etc.).

¿Cabe una reflexión similar cuando descendemos al nivel de detalle que nos ofrece la cartografía catastral?. ¿Tiene sentido aplicar la idea de las “conexiones funcionales” cuando imaginamos un parcelario catastral, cuya esencia consiste precisamente en la delimitación del ámbito espacial del derecho de propiedad, es decir, en la delimitación de espacios físicos de iure?.

Si “funcional” es el adjetivo que podemos aplicar a todo aquello que se caracteriza por tener una utilidad eminentemente práctica, una primera respuesta que podríamos darnos es que el actual Catastro ya es funcional. La tan repetida idea de catastro “multifinalitario”, o “multipropósito” como se describe en algunos países iberoamericanos, no es más que la confirmación de la “multifuncionalidad” de la información catastral.

Si, desde otro punto de vista, buscamos la idea de “funcionalidad” en la información mínima que debería estar asociada a cada parcela o unidad urbana, también podemos pensar que contamos con un Catastro al menos parcialmente funcional, puesto que contiene diversos datos jurídicos o descriptivos del suelo y de las edificaciones sobre los que se construyen determinadas “funcionalidades” sumamente útiles, como por ejemplo la asignación del valor catastral.

En este escenario, no obstante, soy de la opinión de que falta mucho camino por recorrer y me parece muy adecuada la visión de un catastro futuro que amplíe considerablemente el tipo de información asociada a cada parcela o inmueble, ahora muy limitada por su finalidad tributaria.


Ahora bien, admitiendo que disponemos de catastros funcionales que cubren, al menos parcialmente, determinadas necesidades, ¿podemos imaginar que pueden convertirse en un futuro más o menos próximo en catastros  “conectados funcionalmente”?.

La propuesta no es sencilla de explicar. ¿Cómo pueden “conectarse funcionalmente” las distintas parcelas que integran un Catastro?. Pensemos además que esta “conectividad” entre parcelas debe funcionar a modo de “capas de cebolla”, es decir, debería existir primero entre parcelas de un mismo polígono, pero también entre parcelas de una misma ciudad y de ámbitos territoriales supramunicipales (provincia, región, Estado, etc.).

Una primera idea nos puede ayudar a “aterrizar” esta cuestión. No deberíamos olvidarnos que el Catastro es también una infraestructura. De hecho, es una parte básica de la Infraestructura de Datos Espaciales de España (IDEE) la cual construye un amplio nivel de relaciones, a través de Internet,  al cumplir una serie de condiciones de interoperabilidad (normas, protocolos, especificaciones). En este entorno, podemos decir que los términos “conectividad”  e “interoperabilidad” si bien no son sinónimos, si se encuentran muy próximos, en tanto que describen un escenario y unos objetivos comunes.

Cerrando la reflexión, y si recordamos que habíamos aceptado que  “funcional” es el adjetivo que podemos aplicar a todo aquello que se caracteriza por tener una utilidad eminentemente práctica, es precisamente la interoperabilidad del Catastro la que facilita esta utilidad práctica, y lo que nos permite llegar a la conclusión de que el actual modelo catastral español, interoperable y plenamente adaptado a la Directiva INSPIRE,  ya cumple las condiciones para responder a las exigencias de la “conectografía”.


Ejemplo de "mapa funcional". La imagen es del autor citado en la entrada.

Una buena prueba de ello está en el documento elaborado por la Dirección General del Catastro, en donde se describen los procedimientos para acceder a los servicios de descarga ATOM del conjunto de datos de INSPIRE, -lo puedes encontrar en el siguiente enlace:
-donde se detalla cómo acceder a información gráfica y alfanumérica descriptiva de parcelas catastrales, zonas (Manzanas y Polígonos), direcciones (temático por georreferenciación a la entrada o a la parcela), y edificios (permitiendo la generación de temáticos específicos de fecha de construcción, uso predominante, número de viviendas, superficie construida o estado de conservación, etc.).

Ahora bien, ¿la mera existencia de la infraestructura garantiza que se obtiene de forma plena la conectividad y la funcionalidad deseada?. Lamentablemente tenemos en España demasiados ejemplos de infraestructuras inútiles -aeropuertos sin aviones, autopistas sin coches y CPDs sin datos-, como para saber que la mera existencia de una infraestructura no asegura la conectividad. Y aquí sí que existe territorio que recorrer, especialmente para la IDEE, que necesariamente ha de enfrentarse a una transformación en profundidad para lograr plenamente los niveles de conectividad y funcionalidad que puede ofrecer, poniendo en pleno valor toda la riqueza de la información que coordina.


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