En una reciente publicación
titulada “Conectografía. Mapear el futuro
de la civilización mundial”, el geoestratega experto en relaciones
internacionales y autor de éxito Parag Khanna, propone una nueva forma de
cartografiar el mundo.
Para el autor las
infraestructuras (no sólo ciudades, carreteras, tuberías, puertos, puentes, túneles,
torres de telecomunicaciones, cables de internet, tendidos eléctricos o
sistemas de alcantarillado, sino también plataformas TI internacionales de
datos y servicios de todo tipo), están transformando nuestro sistema mundial,
pasando de las divisiones a las conexiones y de las naciones a los nodos. Como
consecuencia, los mapas tradicionales que describen fronteras pierden interés
frente a los que representan de una manera más eficaz las relaciones humanas,
lo que produce que se esté produciendo un cambio de la geografía política a la
geografía funcional.
Escribe Parag Khanna que las
megainfraestructuras salvan los obstáculos de la geografía natural y política,
y su cartografía revela que la era de la organización del mundo conforme al
espacio político (mediante fronteras y límites administrativos, cómo subdividimos
legalmente el planeta) está cediendo el paso a la organización conforme al
espacio funcional (que define cómo utilizamos el mundo realmente). En esta
nueva era, el mundo de iure de las
fronteras políticas está dando lugar al mundo de facto de las conexiones funcionales.
Dejando para otro momento la
reflexión que genera la propuesta desde el análisis estrictamente político (un
modelo de países que se “difuminan” territorialmente mientras que crece el
poder de los “propietarios de las infraestructuras”, que no siempre son los
Estados, es algo más que un cambio en la forma de cartografiar el territorio),
lo cierto es que la idea invita a seguir la reflexión profundizando en el
futuro que tendrán las actuales líneas que definen límites políticos y
administrativos (fronteras, límites de término municipal, límites urbanísticos,
etc.).
¿Cabe una reflexión similar
cuando descendemos al nivel de detalle que nos ofrece la cartografía
catastral?. ¿Tiene sentido aplicar la idea de las “conexiones funcionales”
cuando imaginamos un parcelario catastral, cuya esencia consiste precisamente
en la delimitación del ámbito espacial del derecho de propiedad, es decir, en
la delimitación de espacios físicos de iure?.
Si “funcional” es el adjetivo que
podemos aplicar a todo aquello que se caracteriza por tener una utilidad
eminentemente práctica, una primera respuesta que podríamos darnos es que el
actual Catastro ya es funcional. La tan repetida idea de catastro “multifinalitario”,
o “multipropósito” como se describe en algunos países iberoamericanos, no es
más que la confirmación de la “multifuncionalidad” de la información catastral.
Si, desde otro punto de vista,
buscamos la idea de “funcionalidad” en la información mínima que debería estar
asociada a cada parcela o unidad urbana, también podemos pensar que contamos con
un Catastro al menos parcialmente funcional, puesto que contiene diversos datos
jurídicos o descriptivos del suelo y de las edificaciones sobre los que se
construyen determinadas “funcionalidades” sumamente útiles, como por ejemplo la
asignación del valor catastral.
En este escenario, no obstante,
soy de la opinión de que falta mucho camino por recorrer y me parece muy
adecuada la visión de un catastro futuro que amplíe considerablemente el tipo
de información asociada a cada parcela o inmueble, ahora muy limitada por su finalidad
tributaria.
Ahora bien, admitiendo que
disponemos de catastros funcionales que cubren, al menos parcialmente, determinadas
necesidades, ¿podemos imaginar que pueden convertirse en un futuro más o menos
próximo en catastros “conectados
funcionalmente”?.
La propuesta no es sencilla
de explicar. ¿Cómo pueden “conectarse funcionalmente” las distintas parcelas
que integran un Catastro?. Pensemos además que esta “conectividad” entre
parcelas debe funcionar a modo de “capas de cebolla”, es decir, debería existir
primero entre parcelas de un mismo polígono, pero también entre parcelas de una
misma ciudad y de ámbitos territoriales supramunicipales (provincia, región,
Estado, etc.).
Una primera idea nos puede ayudar
a “aterrizar” esta cuestión. No deberíamos olvidarnos que el Catastro es también
una infraestructura. De hecho, es una parte básica de la Infraestructura de Datos
Espaciales de España (IDEE) la cual construye un amplio nivel de relaciones, a
través de Internet, al cumplir una serie
de condiciones de interoperabilidad (normas, protocolos, especificaciones). En
este entorno, podemos decir que los términos “conectividad” e “interoperabilidad” si bien no son
sinónimos, si se encuentran muy próximos, en tanto que describen un escenario y
unos objetivos comunes.
Cerrando la reflexión, y si
recordamos que habíamos aceptado que “funcional” es el adjetivo que podemos aplicar
a todo aquello que se caracteriza por tener una utilidad eminentemente práctica,
es precisamente la interoperabilidad del Catastro la que facilita esta utilidad
práctica, y lo que nos permite llegar a la conclusión de que el actual modelo
catastral español, interoperable y plenamente adaptado a la Directiva INSPIRE, ya cumple las condiciones para responder a
las exigencias de la “conectografía”.
Ejemplo de "mapa funcional". La imagen es del autor citado en
la entrada.
Una buena prueba de ello está en
el documento elaborado por la Dirección General del Catastro, en donde se
describen los procedimientos para acceder a los servicios de descarga ATOM del
conjunto de datos de INSPIRE, -lo puedes encontrar en el siguiente enlace:
-donde se detalla cómo acceder
a información gráfica y alfanumérica descriptiva de parcelas catastrales, zonas
(Manzanas y Polígonos), direcciones (temático por georreferenciación a la entrada
o a la parcela), y edificios (permitiendo la generación de temáticos específicos
de fecha de construcción, uso predominante, número de viviendas, superficie
construida o estado de conservación, etc.).
Ahora bien, ¿la mera existencia
de la infraestructura garantiza que se obtiene de forma plena la conectividad y
la funcionalidad deseada?. Lamentablemente tenemos en España demasiados
ejemplos de infraestructuras inútiles -aeropuertos sin aviones, autopistas sin
coches y CPDs sin datos-, como para saber que la mera existencia de una
infraestructura no asegura la conectividad. Y aquí sí que existe territorio que
recorrer, especialmente para la IDEE, que necesariamente ha de enfrentarse a
una transformación en profundidad para lograr plenamente los niveles de
conectividad y funcionalidad que puede ofrecer, poniendo en pleno valor toda la
riqueza de la información que coordina.
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