En entradas anteriores en
distintos blogs me he venido refiriendo a la concurrencia de una serie de
circunstancias que están determinado, de una manera incuestionable, la
necesidad de que las estructuras tributarias locales asuman con urgencia un
profundo proceso de transformación.
Estas circunstancias pueden
agruparse en tres conjuntos de temas que, al sumarse, han hecho temblar todo el
esquema de tributación local:
-La primera de estas
circunstancias fue la desaparición de un
paradigma histórico, según el cual el precio de la vivienda nunca bajaba. La pasada crisis rompió esta “máxima
indiscutible” lo que afectó de pleno a todos los tributos municipales de base
inmobiliaria. Así, hemos visto en los últimos tiempos situaciones tan
contrarias a las dinámicas tradicionales como revisiones catastrales “a la
baja”, o numerosas operaciones inmobiliarias que quedan no sujetas a distintos
tributos al ser el precio de la transmisión inferior al de adquisición.
-La segunda de estas
circunstancias es la generalización de
altas cuotas en los tributos municipales, tanto en los de cobro periódico
(IBI), como en los que no reúnen esta condición (plusvalía, ICIO, etc.). Estas
cuotas elevadas provocan reacciones contrarias en los sujetos pasivos, que buscan
la manera de impugnarlas cuando sienten sus derechos atacados, incluso agitando
con éxito la siempre cuestionable bandera de la confiscatoriedad. Este interés
creciente es aprovechado por los profesionales de distintos sectores (abogados,
gestores, etc.), que contribuyen con sus servicios al incremento de estas
reclamaciones.
-Y finalmente, pero en ningún
caso menos importantes, han sido las manifestaciones
del Tribunal Constitucional y el
Tribunal Supremo, en las que
se revisan en profundidad, y con criterios disruptivos, distintos elementos de
la tributación local.
La suma de estas tres
circunstancias puede resumirse en una idea simple en su definición, pero
sumamente compleja en la solución: la
maduración de la cultura tributaria en la sociedad española está exigiendo que
en los distintos tributos locales se defina con mayor precisión la capacidad
económica real de cada contribuyente. O dicho de otra manera, tributos
basados en tablas o en presunciones legales de capacidad económica o de
rendimientos, se enfrentan a un riesgo más que probable de
inconstitucionalidad. Podríamos decir, resumiendo la idea en una imagen, que existe una corriente imparable que está
exigiendo pasar de unos impuestos municipales “de brocha gorda”, a un nuevo modelo de “trazo fino”, mucho más sofisticado, especializado y complejo.
El problema de fondo es que el
esquema tradicional de los tributos locales se ha construido sobre un conjunto
de figuras técnicamente sencillas buscando la máxima simplicidad en la gestión,
al considerarse que muy pocos municipios pueden disponer de unos servicios
suficientemente cualificados y dotados para gestionar tributos complejos. Este
es el modelo que ha funcionado razonablemente bien hasta que han concurrido las
tres circunstancias que he descrito al inicio de este texto, lo que hace que
ahora empiece a parecer insostenible, al exigir los tribunales definiciones
mucho más precisas de las capacidades económicas de los contribuyentes.
En este escenario resulta
imprescindible una transformación en profundidad de las estructuras tributarias
de los municipios, dado que el camino contrario –la renuncia de los ciudadanos a
la defensa de sus derechos-, es impensable. Esta transformación se ha de producir, fundamentalmente, con la imprescindible clarificación de la
situación normativa actual, en buena medida responsable del alto nivel de
inseguridad jurídica que sufren tanto los contribuyentes como quienes nos
dedicamos profesionalmente a la gestión de los tributos locales. Pero mientras
estas reformas legales se producen, las administraciones tributarias
municipales deben iniciar sin demora procesos de transformación, que incidan
sobre tres estrategias muy claramente definidas:
-La primera de ellas ha de ser la
construcción de un sistema de gestión
basado en un modelo real de gobernanza de los datos tributarios. Los
tributos locales son hoy, más que nunca, el resultado de un entramado complejo
de relaciones construido tanto con agentes externos (Catastro, Tráfico,
Notarios y Registradores, etc.), como internos (Urbanismo, Actividades, Padrón
de Habitantes, etc.). Además, los propios ciudadanos son proveedores de
multitud de información, que han de aportar por distintos canales. En este
escenario, desarrollar la estrategia adecuada para la gestión de toda esta
información es especialmente crítico, y no sólo por el propio dato, sino porque
construir modelos eficientes de gestión del mismo es la manera adecuada de diseñar
una estructura plenamente adaptada a las exigencias descritas. Esto es así porque
la única forma de identificar adecuadamente capacidades económicas es mediante
la gestión inteligente de numerosa información, propia y externa, que sirva
para definir correctamente el perfil tributario del sujeto pasivo en relación
con el impuesto.
En la siguiente imagen puede
apreciarse, de forma muy resumida, el
esquema de mi propuesta para la construcción de este modelo de gobernanza de
datos tributarios, similar en gran medida al modelo utilizado para el conjunto
de las Administraciones Públicas:
-La segunda estrategia para la
transformación de las administraciones tributarias ha de ser el reconocimiento
de que la innovación y la transformación
digital no son realmente posibles sin un fuerte liderazgo, que se demuestre,
entre otros elementos, en programas de inversión significativos.
Transformar requiere de más y mejores medios aplicados no solo a la gestión de
la información, como antes se ha descrito, sino también de las capacidades
asociadas a la analítica, la evaluación y la construcción de propuestas sobre
los datos. Esta exigencia se completa uniendo a los recursos técnicos equipos
humanos reforzados, que integren perfiles altamente especializados, ahora muy
escasos cuando no completamente ausentes, en las oficinas tributarias
municipales. Figuras como un “Chief Data Officer” tributario, o buenos científicos de datos, son muy
necesarias en esta nueva configuración.
-Y, finalmente, la tercera estrategia, consecuencia de las
anteriores surge al constatar que gobernanza de datos e inversión en equipos y
personas no serán suficientes sin una importante reforma de la visión que ha de asumir esta nueva administración
tributaria, que se ha de manifestar en el diseño de nuevas estructuras, basadas
en modelos matriciales, y no en jerarquías. De esta forma, conviene ir
olvidándose de las unidades “de informática”,
puesto que la tecnología es ya una “commodity” más, y centrarnos en la definición de unidades
orientadas a la “gestión de la información y la analítica de datos”, puestas al
servicio de las unidades gestoras tradicionales (gestión tributaria,
recaudación, inspección, etc.), que a su vez han de adaptarse a estos cambios.
Es a través de esta nuevas unidades, entendidas como palancas para el cambio,
por donde tendrán entrada en las nuevas administraciones tributarias
tecnologías asociadas al tratamiento masivo e inteligente de datos, la
analítica avanzada, la inteligencia artificial, o la robótica, por referirnos a
las ideas más comúnmente citadas. No hemos de olvidar que los grandes
Ayuntamientos son los principales generadores de datos entre las
administraciones públicas, y que este es un valor que debemos aprovechar
creando las capacidades tecnológicas adecuadas para poner en valor tanto esta
información como cualquier otra procedente de distintas fuentes, conectadas
sobre modelos reales de interoperabilidad. Todo ello debería constituir la base de los “Laboratorios Tributarios”, cada vez más necesarios en los grandes
municipios.
El desarrollo de las propuestas
anteriores es imprescindible para pasar de esas administraciones tributarias de
“brocha gorda” a las de “trazo fino” a las que antes me referí.
Esto es así, porque solo mediante la gestión eficiente de muchos más datos de
los ahora gestionados y de su análisis en profundidad, -y la complementación de
todo ello con herramientas tan potentes como un GIS tributario, el apoyo de las
tecnologías BIM, o el seguimiento adecuado de redes sociales, por citar algunos
ejemplos-, podrá avanzarse realmente en la posibilidad de que los municipios
sean capaces, con sus plantillas actuales, de responder al reto de lograr
definir con precisión la capacidad económica de cada contribuyente, respecto a
los tributos locales que gestionan.
Una última reflexión: el análisis
propuesto es plenamente aplicable a todo tipo de municipios, puesto que a todos
afecta el escenario cambiante descrito. Serán las Diputaciones y las Comunidades
Autónomas uniprovinciales las que tendrán que asumir estos retos.
Muy buena mesa de debate has propuesto, querido Ignacio. Cómo incorporar las nuevas tecnologías, BI y perfiles innovadores en las Administraciones Tributarias. Sabemos que por su impacto, los cambios no son rápidos ni fáciles, lo cual no significa que no se debatan y que no se realicen. Los sistemas tributarios son altamente complejos y multijurisdiccionales, entrelazados con iguales bases imponibles, lo cual los hace aun mas complejos, en relación a medir el real impacto de cambios en algunas de las bases imponibles (al menos en Argentina). Acuerdo totalmente contigo en cuanto a que habiendo tantos datos de cada uno de nosotros en la "nube", reducirnos a una variable para determinar la capacidad tributaria nos estamos perdiendo la oportunidad de repensar un sistema tributario mas flexible y equitativo. Principalmente en economías no tan estables... Abrazo desde Argentina!
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